¿QUE PASARÍA SI LA EXPERIENCIA SE PUDIERA COMPRAR?

Creo que me estoy metiendo en un lío: la historia de siempre de la desigualdad entre clases y que, con dinero se puede comprar todo. Sin embargo, aparte de esta trivialidad, realmente me gustaría explorar qué efectos tendría en el mercado laboral y en la gestión de talento.
¿Qué pasaría si las personas pudieran “obtener” 3 años de experiencia en 3 minutos?

Casi con toda seguridad que estás pensando en Hauser, el personaje que Arnold Schwarzenegger interpretó en “Desafío Total” ("Total Recall"). Compró unas vacaciones virtuales, unas vivencias únicas; pudo adquirir experiencias, saltando limitaciones geográficas, económicas o físicas. Evidentemente que se constituiría un “Mercado de Experiencias”, donde se valorarían y se venderían como productos, creando una nueva economía. Esto podría derivar en la pérdida de autenticidad y, por lo tanto, en pérdida del valor intangible de las experiencias como las conocemos. Aunque indudablemente, el mayor impacto sería el emocional, pues las experiencias compradas estarían diseñadas para evocar sentimientos específicos, que en el caso que busquemos satisfacciones de “primer impulso”, nos podrían inducir a trastornos de la personalidad.

Nos estaríamos metiendo en un lío de dimensiones colosales, tanto, que “Alicia en el País de las Maravillas” nos recordaría a los Teletubbies.

Hasta aquí, todo lo que me ha sugerido ChatGTP. Exacto, sí; la precaria manera que desde hace poco hemos decidido usar para empezar a comprar experiencia. Curiosamente, sin saberlo, la propia IA ha identificado algunas consecuencias de lo que nos podría acontecer a los humanos. Pero yo quiero explorar.

No seamos catastróficos; aquí va a salir un humano para salvar al robot, para encontrar efectos positivos en todo esto. La compra literal de experiencia, dando por hecho que funcione, desde un punto de vista profesional, podría suponer para el mercado laboral la “Disponibilidad Total” de candidatos para un puesto de trabajo demandado; en el sector tecnológico, no existiría el actual gap entre oferta y demanda de perfiles especializados, desapareciendo la inflación salarial, e indirectamente la rotación de talento.

Opino que no sería tan dramático. Volvería la “esperanza humana”. El talento se redefiniría. Triunfarían las habilidades naturales o innatas, frente a las habilidades adquiridas o capacitadas. Managers y headhunters se concentrarían en aquellos soft skills que cuestan poner en la práctica, y que tan de lado dejamos en la actualidad ... Honestidad, Autonomía, Flexibilidad, Excelencia, Responsabilidad, Empatía. Estamos hablando de VALORES. Quizás no sea tan drástico, pero pienso que nos vamos acercando poco a poco.

Ah, y que pena no ejercitarnos, poner a prueba la plasticidad de nuestro cerebro, para asimilar lo que no sabemos. Después de todo, Margaret Lee Runbeck tenia razón, “La felicidad no es un destino, es una manera de viajar.”

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